Las pantallas, los datos informáticos y los algoritmos en lugar del papel como soporte de información son un concepto cada vez más popular en el planeta, dada la cada vez más acelerada digitalización de los procesos humanos. En este contexto llegan los contratos inteligentes, un ejemplo más del gran cambio que supone la automatización de tareas en el mundo y, más puntualmente, del advenimiento de las cadenas de bloques.
Cuando se empezó a hablar de Smart Contracts o contratos inteligentes el primer pensamiento y la primera simplificación fue considerarlos como una amenaza para el trabajo de los abogados y notarios. Pero no es en absoluto cierto que la Blockchain, o más bien una de las dimensiones de la Blockchain como los Smart Contracts, esté destinada a desafiar el trabajo de los bufetes de abogados o de los notarios. Ciertamente, como todas las transformaciones, impondrá un cambio, y sin duda se pedirá a estos profesionales que revisen su papel en la aplicación de formas contractuales muy innovadoras.
Pero para entender qué tipo de cambio vendrá o está viniendo con los Smart Contracts y qué sectores se verán afectados primero, es importante entender de qué se trata.
Qué son los contratos inteligentes
Como su nombre indica, son contratos, pero un tanto diferentes a los tradicionales de papel (aunque menos complicados de lo que uno esperaría). En este caso, los mismos son programas digitales almacenados que pueden verificarse y ejecutarse a sí mismos si están dados los requisitos (es decir, si se cumplen los términos y condiciones predeterminados). Un ejemplo bien primigenio es una máquina expendedora, donde uno ingresa billetes o monedas, el contrato inteligente del sistema cuenta la cantidad y, acorde a ella, expulsa lo elegido por el usuario (si acaso se corresponde con la cantidad ingresada).
En pocas palabras, son contratos digitales hechos para ejercer ciertas reglas sin el requisito de que existan intermediarios para ello. Han llegado a una cúspide en su uso gracias al auge de las criptomonedas y a la tecnología de la cadena de bloques, ya que aseguran una inmutabilidad, una seguridad y una infalibilidad de la información y de las condiciones contractuales que posibilitan aplicarlos a varias dinámicas mucho más complicadas. Por ejemplo, los registros de transacciones de la cadena de bloques están encriptados, por lo que no pueden ser pirateados fácilmente (ni mucho menos). Como cada registro nuevo está vinculado a los previos y a los posteriores en un volumen mayor distribuido, los ciberdelincuentes deberían cambiar toda la cadena para modificar un solo registro.
Confianza y transparencia
Además, otras características típicas que recubren la cadena de bloques son la confianza y la transparencia ya que, como todo en esta tecnología, los contratos se hallan almacenados y disponibles para que cualquier interesado los pueda revisar. Y, como no hay un/a tercero/a involucrado/a y los registros encriptados de las transacciones se comparten entre los participantes, nadie ve necesario cuestionar si los datos se han cambiado para el beneficio personal de alguien.
Generalmente, se usan para automatizar la ejecución de un acuerdo y que así todos los participantes estén seguros inmediatamente del resultado, sin que haya ningún intermediario ni tampoco pérdidas de tiempo. También pueden automatizar un flujo de trabajo, ya que pueden habilitar la acción posterior cuando se cumplen ciertas condiciones. Así, al no haber papeleo para procesar ni gastarse tiempo para enmendar fallos que frecuentemente se dan por rellenar documentos de forma manual, los procesos ganan en velocidad, eficiencia y precisión.
Historia e inicios de los contratos inteligentes
Si bien sus concepciones más primigenias se remontan a las décadas de 1970, su creador original es el programador Nick Zsabo, quien en 1993 propuso la idea por primera vez de modo concreto. Sin embargo, la tecnología de aquel entonces impedía resolver las cuestiones de la manipulación informática, las limitaciones regulatorias para el manejo de dinero y la conexión del software con los bienes reales o activos tangibles (todos temas que puso solucionar la aparición de la cadena de bloques y su contabilidad distribuida).
Con el advenimiento de las criptomonedas, se pone de moda el concepto de cadena de bloque, una tecnología donde nace un internet descentralizado donde pululan las aplicaciones reguladas únicamente por las partes interesadas.
Algunos ejemplos de contratos inteligentes
Los protocolos DeFi son los consumidores y explotadores más grandes de los contratos inteligentes, ya que con su implementación se ofrecen multiplicidad de instrumentos financieros: préstamos, plazos fijos, financiación de fondos de liquidez, intercambio de tokens, etcétera.
Otra aplicación de contratos inteligentes es en la cobranza de seguros. Por ejemplo, puede existir un productor rural que posea un seguro para sus cultivos. Sin embargo, un año puede haber habido una gran sequía, y su seguro se compromete a pagarle solamente si las precipitaciones fueron menores de una cantidad puntual de mililitros por mes. Así, mediante un sistema exclusivamente digital que imposibilita el fraude de cualquiera de las dos partes, se puede implementar un negocio que funciona de modo automático, sin intervención humana. Si gracias a DeFi surgieron los bancos automatizados, tal vez los seguros automatizados sean el futuro.
Aplicaciones de los contratos inteligentes
Las criptomonedas surgieron como un modo de hacer transacciones de dinero por montos variados, anónimamente y sin necesidad de terceros (como bancos), incluso a escala internacional. Pero el arribo de los contratos inteligentes a este universo monetario digital consiguió quitar a los intermediarios de procesos financieros.
Al comienzo de las criptodivisas, en la cadena de bloques de Bitcoin, se podían programar contratos inteligentes e incluso implementarlos, pero resultaba demasiado complicado. Por eso, Vitalik Buterin creó en 2013 Ethereum, una cadena de bloques ideada para gestar aplicaciones a través de contratos inteligentes, con un lenguaje de programación más fuerte y puntualizado con el nombre de “Turing-complete”.
Al ser una base de datos cifrada e inmodificable, mantenida por muchas computadoras a la vez (pueden llegar a ser miles), donde se puede registrar literalmente lo que sea (incluso un programa informático como los contratos inteligentes), no puede existir una manipulación informática. En cuanto al manejo de dinero, la cadena de bloques ha posibilitado el nacimiento de las criptomonedas, un tipo de activo digital y descentralizado que no atado a ningún gobierno o entidad, y disponible para cualquier persona en cualquier lado del planeta sin regulaciones terrenales añadidas (lo que facilita la transferencia de dinero).
El papel del Internet de las Cosas
Por último, está la conexión con activos reales. Porque si bien en la cadena de bloques pueden registrarse documentos, bonos, acciones, aplicaciones y cualquier otro activo digital, todavía persiste el inconveniente de conexión a, por ejemplo, una casa que se quiere adquirir. Allí entra a jugar el Internet de las Cosas (IoT), cada vez más extendido en el mundo y gracias al cual una multitud de objetos cotidianos (como un lavarropas, un foco, una estufa o una cerradura) están conectados a Internet y pueden controlarse digitalmente. Por tal caso, si se acuerda la compra o alquiler de una vivienda entre dos partes, la cerradura puede ser bloqueada automáticamente por medios virtuales si el contrato detecta que el dinero no ha sido depositado en tal o cual o cuenta antes de una cierta fecha.
Cómo se ejecutan los contratos inteligentes
Los contratos inteligentes actúan siguiendo el simple y clásico enunciado de “si/cuando… entonces…”, que a su vez se halla escrito en un código virtual dentro de una cadena de bloques. Entonces, un conjunto de computadoras ejecuta las acciones cuando se han cumplido y verificado las condiciones pactadas. Por ejemplo, dichas acciones pueden ser la liberación de fondos a las partes apropiadas, registrar un vehículo, mandar notificaciones o emitir un boleto o solicitud. Posteriormente, la cadena de bloques se actualiza al momento de completarse la transacción, lo que implica que esta última no se puede cambiar y que únicamente las partes a las que se les ha otorgado el permiso pueden observar los resultados.
Dentro de un contrato inteligente, pueden existir tantas estipulaciones como sean necesarias para complacer a sus participantes con la certeza de que la asignación se hará exitosamente. Para establecer las condiciones, las partes deben determinar cómo quedan representadas las transacciones y su información en la cadena de bloques, acordar el enunciado “si/cuándo… entonces…” y las reglas que guían esas transacciones, abarcar todas las excepciones potenciales, y definir un entorno para resolver disputas.
Por último, un desarrollador puede programar el contrato inteligente, aunque es cada vez más usual que las organizaciones que usan cadenas de bloques para empresas otorguen plantillas, interfaces digitales y otras herramientas tecnológicas para hacer más sencilla la estructuración de los contratos inteligentes.
Qué son los agentes autónomos
Los contratos inteligentes no necesitan de la interpretación o la intervención de un ser humano para implementarse, sino que se pueden concretar automáticamente al ejecutarse un programa informático. Una de estas aplicaciones son los agentes autónomos, programas virtuales hechos para cumplir un objetivo determinado. Por ejemplo, un programa que se ejecuta en una nube virtual y que alquila espacio de almacenamiento y ofrece a sus usuarios finales un servicio para almacenar documentos. Al aparecer las criptodivisas, los programas de computadora pueden controlar sus propios fondos y firmar contratos con proveedores de servicios en la nube.
Contrato inteligente y Blockchain
En primer lugar, los contratos inteligentes no son una novedad que se asocie necesariamente a la blockchain. De hecho, ya se experimentó con ellos en los años 90 y se concibieron mucho antes, y tienen su propia dimensión específica independientemente de la Blockchain. Ciertamente, el fenómeno Blockchain ha permitido, y está permitiendo, tener esas garantías de Confianza, Fiabilidad y Seguridad que en el pasado se delegaban necesariamente en una “tercera” figura. Digamos, como premisa final antes de entrar en los méritos, que en el desarrollo y gestión de proyectos de Smart Contract, hoy en día parecen tener ventajas aquellos profesionales que sepan combinar los conocimientos jurídicos con sólidas habilidades técnicas y de desarrollo.
Hemos dicho que en la década de 1990 las tecnologías permitieron poner en práctica formas de experimentación con contratos inteligentes, pero la idea del contrato inteligente se remonta en realidad a mediados de la década de 1970. El término adoptado en aquel momento no era Smart Contract, pero el concepto era esencialmente el que dio lugar a los Smart Contracts. En aquel momento, el requisito era muy sencillo y se refería a la necesidad de gestionar la activación o desactivación de una licencia de software según unas condiciones muy simples. De hecho, la licencia de ciertos programas informáticos se gestionaba mediante una clave digital que permitía el funcionamiento del programa si el cliente había pagado la licencia y dejaba de funcionar en la fecha de expiración del contrato. De manera muy básica, era un contrato inteligente.
Datos del IoT para los contratos inteligentes
Un Smart Contract es la “traducción” o “transposición” de un contrato a código de forma que se verifique automáticamente el cumplimiento de ciertas condiciones (control de datos básicos del contrato) y se autoejecute automáticamente las acciones (o dé instrucciones para que se ejecuten ciertas acciones) cuando se alcancen y verifiquen las condiciones determinadas entre las partes. Es decir, el Smart Contract se basa en un código que “lee” tanto las cláusulas que se han pactado como las condiciones operativas en las que se deben cumplir las condiciones pactadas, y se autoejecuta automáticamente cuando los datos referidos a las situaciones reales se corresponden con los datos referidos a las condiciones y cláusulas pactadas.
Para simplificar, el contrato inteligente necesita apoyo legal para su redacción, pero no lo necesita para su verificación y activación. Sin embargo, el contrato inteligente se refiere a las normas de comportamiento y acceso a determinados servicios y se pone a disposición, se acepta y se aplica como una forma de desarrollo de los servicios tradicionales y sin declarar necesariamente que se trata de un contrato inteligente.
Premio Nobel de Economía 2016 Oliver Hart sobre los contratos inteligentes
Seguros: el IoT en los coches dialoga con los Smart Contracts
Un ejemplo proviene del mundo de los seguros de automóviles que, a partir de los datos recogidos por los equipos del Internet de las Cosas en los vehículos, son capaces de proporcionar datos sobre el comportamiento del conductor que pueden influir y crear determinadas condiciones que activen o desactiven las cláusulas de beneficios. Por ejemplo, sobrepasar los límites de velocidad determinados contractualmente puede interpretarse como una condición más peligrosa y dar lugar a un cambio contractual en las condiciones aplicadas, como el valor de la prima del seguro.
Otro ejemplo procede del mundo de los medios de comunicación, donde la gestión de derechos digitales se utiliza para gestionar la prestación y el acceso a determinados servicios de medios de comunicación. De nuevo, simplificando el concepto: sólo puedes escuchar una determinada música o leer un libro o ver un espectáculo si la elección que haces se corresponde con el valor que tiene el servicio que has comprado.
Si ha elegido un servicio basado en el tiempo, es decir, si se cumplen las condiciones contractuales. Pero si se intenta escuchar la canción cuando se acaba el tiempo, es un contrato inteligente el que impide el acceso, y siempre es un contrato inteligente el que propone quizás un nuevo contrato inteligente con condiciones especialmente favorables siempre que la elección se haga en un tiempo determinado o quizás desde un dispositivo específico. O incluso si “traes” a un amigo. Todas estas condiciones son verificadas, ejecutadas y aplicadas por un contrato inteligente sin intervención humana.
Big Data y ciencia de datos para contratos inteligentes
Precisamente porque la ausencia de intervención humana corresponde también a la ausencia de una contribución interpretativa, el contrato inteligente debe basarse en descripciones extremadamente precisas para todas las circunstancias, todas las condiciones y todas las situaciones que deben considerarse. Por ello, la gestión de los datos y del Big Data en particular se convierte en un factor crítico esencial para establecer la calidad del contrato inteligente.
Al mismo tiempo, es crucial que los contratos inteligentes definan con mucha precisión las fuentes de datos a las que el contrato debe adherirse. Los Smart Contracts están llamados a recibir datos e información de sujetos que son definidos y certificados por las partes en el propio contrato y que deben ser identificados, controlados leídos e interpretados por el Smart Contract en base a reglas precisas que a su vez representan una de las partes más relevantes y estratégicas del contrato que obviamente determinan el resultado final.
El contrato inteligente: “hijo” de la ejecución de un código
Y aquí viene el punto más relevante sobre las diferencias sustanciales entre los contratos tradicionales y los Smart Contracts. El contrato inteligente es, de hecho, “hijo” de la ejecución de un código por parte de una computadora. Es un programa que procesa de forma determinista (con resultados idénticos en condiciones idénticas) la información que se recoge. En otras palabras, si las entradas son las mismas, los resultados serán idénticos. Este punto es extremadamente relevante porque si por un lado representa una certeza y seguridad ya que garantiza a las partes una absoluta “certeza de juicio objetivo” excluyendo cualquier forma de interpretación, por otro lado traslada la carga y la responsabilidad o incluso el poder de decisión al código, a la programación, al desarrollo.
Corresponde a las partes contratantes definir las condiciones y las cláusulas y las formas y las reglas de control y de acción, pero una vez que su contrato se ha convertido en un código y, por tanto, en un contrato inteligente y las partes contratantes lo aceptan, los efectos ya no dependen de su voluntad.
La blockchain es necesaria para dar confianza a los contratos inteligentes
Y aquí es donde la cuestión de la confianza se desplaza, fuera del bufete de abogados y hacia el ámbito del promotor. Si el Smart Contract está llamado a hacer bien su trabajo, debe ofrecer una serie de garantías a todas las partes implicadas, y principalmente en este punto de nuestro análisis debe garantizar que el código con el que ha sido escrito no puede ser modificado, que las fuentes de datos que determinan las condiciones de aplicación están certificadas y son fiables, y que la forma en que estas fuentes son leídas y controladas está a su vez certificada.
La Licencia Cloud de las aplicaciones de pago de facturas de una empresa no puede ser desactivada por un error en el importe de las operaciones contratadas o en la fecha de caducidad del servicio o porque no haya llegado la confirmación del pago por parte del banco.
En otras palabras, el contrato inteligente debe ser preciso tanto en su redacción como en la gestión de las reglas que determinan su aplicación y las reglas que deben regir las posibles anomalías.
El valor de la confianza
Esto nos lleva al tema de la confianza. En los contratos tradicionales, el valor de la confianza es pagado y garantizado por una tercera figura, normalmente un abogado o un notario. Estas figuras siguen participando, aunque de forma diferente. Sigue siendo necesario un intermediario que dialogue con las partes y que, por supuesto, cobre por sus servicios. También se han encontrado alternativas al papel de las personas físicas para este papel.
Por ejemplo, en situaciones claramente definidas, como las cadenas de producción formadas por varias empresas, se han probado y están en funcionamiento los contratos inteligentes, cuya elaboración y aplicación depende de las normas de organización definidas entre las empresas.
En estos contextos en particular, el papel del “tercero”, entendido como fiduciario, se reinterpreta con el uso de la Blockchain. En la Industria 4.0, en la Smart Agrifood, en los proyectos de Smart Logistics basados en el despliegue de dispositivos del Internet de las Cosas, el control sobre el suministro de determinadas materias primas, su calidad y su cantidad ya se gestiona mediante Smart Contracts que, además, tienen el cometido de ejecutar, de forma automática, de acuerdo con la lógica de la Industria 4.0, las acciones correspondientes.
Los primeros días: contratos inteligentes en busca de IoT y Big Data
Volviendo a la historia de los Smart Contracts, hay que recordar que uno de los primeros en realizar experimentos y acuñar el propio nombre fue Nick Szabo, un experto en criptografía estadounidense de origen húngaro que, gracias a su pasión por la Ciencia de Datos, comenzó a hipotetizar allá por 1993, cuando aún no se hablaba de Internet de las Cosas y Big Data, que ciertos objetos podrían ser gestionados digitalmente según ciertas condiciones.
Un sistema de producción de una empresa puede cambiar su comportamiento en función de los pedidos que se presenten para su procesamiento. El código detrás de esa idea de contrato inteligente leía las condiciones adjuntas a los pedidos y activaba las máquinas necesarias para apoyar la producción. Nick Szabo también quiso explicar y difundir sus teorías e ideas en “Smart Contracts: Building Blocks for Digital Free Markets”, una publicación que salió a la luz en 1996 y que, en cierto modo, representó una de las bases “lógicas” del comercio electrónico moderno.
Del contrato automático de Nick Szabo al contrato semántico
El Smart Contract fue inicialmente experimentado y concebido como una especie de contrato con automatismos, es decir, como un contrato automático, y este es un concepto que viene de lejos. Hablamos de una época que aún está muy lejos del blockchain de Satoshi Nakamoto y, de hecho, nos referimos a los años en torno a 1993 cuando, como hemos visto anteriormente, Nick Szabo comenzó a aplicar los principios de la automatización a las funciones contractuales. Los Smart Contracts, tal y como los conocemos hoy en día, necesitan modelos de desarrollo que permitan a estas herramientas “automatizar las relaciones entre las diferentes partes que participan en las transacciones” y para hacerlo de forma cada vez más precisa, la nueva frontera es aumentar la capacidad de conocer los significados para reducir cada vez más el riesgo de error e “interpretación”.
La integración de los mundos de las redes de blockchain y la semántica viene al rescate de la investigación, precisamente para ayudar a los sistemas a entender los “significados” de las palabras.
Los contratos inteligentes como síntesis de la inteligencia artificial del blockchain y la semántica
Aportar conocimientos sobre semántica aplicada a los contratos inteligentes permite definir cada vez con más precisión el comportamiento de los mismos y permite una mayor precisión en la interpretación de los significados y acciones que los contratos inteligentes están llamados a gestionar. De este modo, pasamos del concepto de “contrato automático” concebido como un automatismo inteligente al concepto de contrato semántico, es decir, un tipo de automatismo inteligente que está diseñado para aprender y modificar su comportamiento en función de las nociones adquiridas.
Aumentar los conocimientos para cambiar la forma en que se escriben los contratos inteligentes
Con este tipo de enfoque, los próximos Smart Contracts basados en la semántica podrán reducir el riesgo de errores y aumentar el nivel de conocimiento de los contenidos por parte de los sistemas y con ello cambiar la forma de preparar y redactar los contratos para llegar a nuevas formas automatizadas de redacción basadas precisamente en los principios del aprendizaje semántico.
Actualidad
En el presente, los contratos inteligentes permiten automatizar pagos (las partes se aseguran que un monto determinado arribe a un destino preciso -como ocurre con las herencias, los préstamos o las donaciones-), registrar y cambiar la propiedad intelectual de un documento (algo que puede automatizarse), realizar transacciones energéticas (para que se puedan recargar vehículos eléctricos), hacer apuestas (prescindiendo así de entidades terceras), asegurar algún objeto, usarse en votaciones (e incluso generar una consecuencia una vez que hayan sido contados los votos), posibilitar la existencia de la “propiedad inteligente” (que nace una vez incrustada la lógica del contrato inteligente dentro de cualquier objeto manejado por medios digitales), o aplicarse para la criptografía financiera.
Artículo publicado originalmente en 16 Nov 2021
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