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Desperdicio de alimentos: por qué es fundamental solucionar esta lacra de nuestro tiempo
Ante el objetivo de Hambre Cero fijado por la FAO y los ODS: Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU (más información AQUÍ), para poder garantizar una alimentación adecuada (en términos de calidad y seguridad) para todos, el paso más importante es sin duda ganar la lucha contra el despilfarro. Es inaceptable, desde cualquier punto de vista ético, social y económico, que se desperdicie más de un tercio de los alimentos producidos en el mundo. Incluso hoy en día, una gran cantidad de productos alimentarios no llegan a la mesa de la gente y, cuando lo hacen, no se consumen de forma adecuada y completa.
Según algunas estimaciones, esto supone millones de toneladas de alimentos que podrían alimentar a más de 200 millones de personas. Esta desigualdad entre los que tienen excedentes de alimentos y los que no tienen suficientes es el resultado de infraestructuras y modelos organizativos inadecuados en la cadena de suministro de alimentos, pero también de una cultura que no trata los alimentos con el debido respeto y atención, asumiendo a menudo que no hay condiciones para gestionar ciertas formas de excedentes de alimentos o que su coste parece (a menudo erróneamente) más elevado que la recuperación o la gestión sostenible.
Desperdicio de alimentos: ¿qué es exactamente y cuáles son sus formas?
Pero, ¿qué se entiende exactamente por “desperdicio de alimentos”? Con este término debemos referirnos a toda la producción de alimentos que comienza el ciclo de producción pero no llega a la mesa del consumidor, así como a todos los alimentos que se compran, que entran en los hogares o en el canal de la restauración, pero que no se consumen.
El desperdicio de alimentos tiene muchas ramificaciones y afecta a muchos aspectos de la cadena alimentaria:
- Desperdicio de alimentos a nivel de consumo. Hay un ámbito en el que es especialmente importante aumentar la conciencia cultural de todos los consumidores para reducir el desperdicio de alimentos en el hogar y en el consumo fuera de él. Como veremos, hay muchas medidas que pueden aportar beneficios muy sustanciales sin necesidad de sacrificios, empezando por una gestión más cuidadosa de las compras y las raciones de alimentos.
- Desperdicio de alimentos en las fases de producción. Otro componente muy importante del despilfarro de alimentos es todo el mundo de la producción y el transporte: el camino desde el campo o el mar hasta el mundo de la distribución está plagado de obstáculos y, desgraciadamente, sigue teniendo muchas lagunas, lo que provoca una pérdida sustancial de materias primas o alimentos.
- Desperdicio de alimentos en la distribución. También está todo el mundo de la distribución, el comercio minorista, el HoReCa y la hostelería en general, que lleva tiempo trabajando en el tema de la lucha contra el despilfarro, con numerosas iniciativas tanto para reducir la cantidad de alimentos que se pierden en las distintas fases de gestión y venta, como para tomar medidas activas para gestionar los excedentes.
Las dimensiones del desperdicio de alimentos
Para actuar conscientemente, es necesario tener una visión clara de la magnitud del problema que hay que abordar. Teniendo en cuenta esto, la FAO ha creado y publicado una base de datos abierta para cartografiar y medir la pérdida y el desperdicio de alimentos (servicio disponible AQUÍ). El punto clave del problema es la desigualdad entre los alimentos que se producen cada año y los que realmente se necesitan. Cada día los recursos del planeta se ponen a prueba para producir muchos más alimentos de los que necesitan los 6.000 millones de habitantes actuales. Y, sin embargo, aunque empecemos con mucha más comida de la que se necesita, no hay suficiente para alimentar a todos. ¿Las razones? Básicamente tres: la desigualdad, la mala gestión de los recursos en general y el despilfarro.
Sólo en Estados Unidos, la pérdida y el desperdicio de alimentos ascienden a 50 millones de toneladas de productos al año. Como ya se ha señalado, un tercio de los alimentos del mundo, con volúmenes que superan ampliamente los mil millones de toneladas, se desperdicia lamentablemente.
El WWF calcula que estos residuos podrían resolver el problema de la malnutrición de 800 millones de personas. Según cifras de la ONU, cada año se desperdician más de 1.500 millones de toneladas de alimentos, con un valor económico de hasta 1.200.000 millones de dólares, un tercio de la producción mundial de alimentos.
Desperdicio de alimentos: los datos y el papel del Índice de Sostenibilidad Alimentaria
Otro hallazgo especialmente significativo lo representa la clasificación del Índice de Sostenibilidad Alimentaria realizada por la Fundación BCFN Barilla Center for Food Nutrition (AQUÍ), es decir, el índice que relaciona la sostenibilidad del sistema alimentario de 67 países con los datos de renta. Entre las señales de alarma que emite este estudio se encuentra el hecho de que, dada la situación en la que las actividades agrícolas son responsables del 30% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, es absolutamente imprescindible que las estrategias vinculadas a la lucha contra el cambio climático incluyan también medidas de gran alcance para gestionar el sistema alimentario y reducir los residuos, que son doblemente responsables de estas emisiones, tanto por la producción de alimentos como por su gestión o destrucción. En concreto, el Índice de Sostenibilidad Alimentaria evalúa las perspectivas de sostenibilidad sobre la base de tres puntos de referencia estrechamente vinculados:
- aspectos relacionados con los hábitos y el comportamiento nutricional (que contribuyen a “generar” la demanda de alimentos),
- el nivel y los métodos relacionados con las prácticas agrícolas y la agricultura sostenible, especialmente
- acciones y actividades para reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos
Cabe añadir que uno de los principios subyacentes del Índice de Sostenibilidad Alimentaria está vinculado a la posibilidad de contribuir, en primer lugar, aportando datos, conocimientos, concienciación y herramientas de diseño a la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU y a ayudar a reducir las emisiones de carbono y los riesgos del cambio climático.
Clasificación del Índice de Sostenibilidad Alimentaria
Mira la sección del Índice de Sostenibilidad Alimentaria que se centra en 35 países con una alta renta per cápita (ver tabla más abajo). El análisis abarca un panel de naciones que representan el 90% del PIB mundial y cuatro quintas partes de la población total del planeta. El resultado es una clasificación que tiene en cuenta el rendimiento en tres puntos principales de este índice: pérdida y desperdicio de alimentos, acciones de agricultura sostenible y desafíos nutricionales.
Francia es el país con mejores resultados en cuanto a actividades contra el desperdicio de alimentos, tanto a nivel de los consumidores finales como a lo largo de las cadenas de producción, y también es la nación con mejores resultados en general. Tal y como señala el informe, se trata de un resultado que recoge los beneficios de una normativa innovadora que regula el comportamiento de la gran distribución con respecto a los productos alimentarios no vendidos y les obliga a redistribuir los productos caducados o no vendidos a organizaciones benéficas o a organizaciones que los ponen a disposición de los más necesitados. Por último, pero no por ello menos importante, también se dejan sentir los efectos de un impulso innovador hacia la creación de infraestructuras capaces de minimizar los riesgos de residuos a lo largo de las distintas etapas de producción y distribución.
Desperdicio de alimentos: ¿Cuáles son los puntos críticos de la cadena alimentaria?
El desperdicio de alimentos se produce en varios puntos de la cadena agroalimentaria y las políticas destinadas a limitarlo tienen también la tarea de elevar el nivel general de atención para crear una cultura alimentaria que no se limite a la valorización, en particular de la excelencia de los productos agroalimentarios Made in Italy, sino que sea también una cultura de respeto de un bien que es ante todo un valor social, además de ser un valor económico muy importante. Por lo tanto, los puntos críticos de los residuos tienen características y preocupaciones muy precisas:
- la fase de producción agrícola, ganadera y pesquera
- la fase de transformación y distribución industrial
- todas las etapas relacionadas con el comportamiento del consumidor final y los diferentes canales de consumo
La fase de producción: residuos de alimentos en el campo
En la fase de producción, las cuestiones críticas son los métodos utilizados, las herramientas y el equipo para gestionar la producción y las habilidades para gestionar los recursos con precisión. El momento de la recolección de las materias primas es ya un primer ámbito en el que podemos empezar a reducir el riesgo de desperdicio. A este nivel, los equipos capaces de realizar una recolección más precisa y una primera selección cualitativa del producto ayudan tanto a reducir el desperdicio como a gestionar un posible destino diferente para aquella parte de la cosecha que no cumpla con los requisitos cualitativos o “estéticos” definidos.
Aquí es donde entra en juego la cuestión de la cultura alimentaria y los denominados retos nutricionales: aparte de los productos que se descartan por razones objetivas relacionadas con la calidad intrínseca del propio producto (objetivamente inadecuados), es necesario desarrollar una cultura que permita considerar a todos los efectos aquellos productos recolectados que, aunque no presenten una forma o un aspecto que se corresponda con las normas de calidad convencionales, presenten, sin embargo, características nutricionales y de calidad adecuadas para su comercialización.
Otro problema que afecta a esta fase del ciclo de vida de los productos alimentarios son las instalaciones de almacenamiento temporal de las materias primas: a menudo su inadecuación, combinada con problemas relacionados con el clima (altas temperaturas o mal tiempo), provoca un aumento significativo de los residuos.
En conclusión, en el plano de la producción, la lucha contra el despilfarro presenta el doble reto de desarrollar una cultura alimentaria más atenta al fondo y menos a la forma, un mercado capaz de valorizar este enfoque y, por tanto, una demanda de producción que pueda acoger también los productos que corren el riesgo de no ser suficientemente valorizados y, por tanto, de no entrar en el ciclo de producción. Al mismo tiempo, hay que desarrollar estructuras, equipos y competencias para que los productos de la tierra (o del mar o del ganado) no se desperdicien por ineficacia o, incluso, por una cultura alimentaria inadecuada.
Gestionar los efectos del cambio climático “sobre el terreno” para reducir los residuos
Por último, hay que destacar que la fase de producción necesita urgentemente una infraestructura adecuada para gestionar los efectos del cambio climático y las amenazas que suponen los fenómenos meteorológicos graves. Un componente importante del despilfarro de alimentos son los daños causados por las tormentas y otros acontecimientos que afectan a los cultivos, es decir, antes de que comience el ciclo de producción con la cosecha. En particular, con una gestión de riesgos cada vez más cuidadosa a nivel de la producción y con el uso de servicios de previsión meteorológica cada vez más exactos y precisos (lea el informe de The Weather Company). En este contexto, las aplicaciones de la economía espacial para el mundo agrícola desempeñarán un papel cada vez más importante. Las imágenes por satélite ofrecen nuevas oportunidades de conocimiento y precisión en el enfoque Smart Agrifood, cada vez más orientado a la innovación digital, y permiten cartografiar completamente el estado de la tierra (estrés hídrico, carencia de nitrógeno, presencia de organismos nocivos) para el seguimiento sistemático de los cultivos. Gracias a las herramientas de la economía espacial, los sistemas de gestión inteligente del riego también pueden supervisarse con mayor precisión. El Politécnico de Milán ha puesto en marcha recientemente un nuevo Observatorio dedicado a la Economía del Espacio.
La fase de transformación y distribución: donde acechan los residuos
Permite el envío de comunicaciones promocionales relativas a los productos y servicios de terceros distintos de las empresas conjuntas que pertenecen a los sectores de la fabricación, los servicios (en particular, las TIC) y el comercio, con métodos de contacto automatizados y tradicionales por parte de los terceros a los que se comunican los datos.
La fase de transformación y distribución es la que más esfuerzos ha realizado en cuanto a proyectos de empresas y organizaciones y medidas legislativas. Las etapas vinculadas al transporte, al almacenamiento de las materias primas a la espera de su transformación y a la transformación de los productos alimentarios propiamente dicha son momentos en los que, desgraciadamente, sigue existiendo un alto nivel de desperdicio, a menudo por razones vinculadas a la ineficacia, a la inadecuación de las estructuras y, más generalmente, a la puesta en marcha de procesos de producción que luchan por adecuarse a la demanda. De ahí los casos de exceso de producción que luego se desperdicia, o de producción insuficiente para satisfacer a los consumidores, y la necesidad de llevar la máquina de producción a niveles que superan sus posibilidades para intentar llenar las estanterías con el riesgo de aumentar el número de productos a desechar.
Incluso en esta fase, por razones comerciales, se pierden productos por no considerarse adecuados a los hábitos de gasto de los consumidores, en gran medida por razones relacionadas con la estética del producto, su forma o el hecho de que no cumpla determinados criterios de tamaño. En esencia, se trata de un desperdicio que afecta a productos que son buenos y perfectamente comestibles.
El otro aspecto importante de esta fase se refiere a los residuos en el componente de distribución, los productos no vendidos, los productos que sufren daños en su embalaje durante el transporte y la exposición en el punto de venta, o los productos que están próximos a su fecha de caducidad. El mundo de la distribución está trabajando activamente para reducir estas fases de desperdicio sobre las que, en realidad, hay más oportunidades de incidir con modelos organizativos más eficaces y adecuados. Los ejemplos son numerosos y se refieren, en particular, al desarrollo de procesos de producción y venta más integrados, en los que el “diseño” del ciclo de vida de un producto alimentario tiene en cuenta de forma nativa la posibilidad de que el producto no se desperdicie de ninguna manera y, por tanto, si no se vende en una fecha determinada (pero antes de la fecha de caducidad real prevista para los consumidores “comerciales”), puede recuperarse “automáticamente” y colocarse en un circuito de consumo alternativo, como el que representan las organizaciones que participan en la labor benéfica. El tema es hacer más eficientes y generalizadas las buenas prácticas que en muchos casos han sido iniciadas por actores de la gran distribución o por empresas agroalimentarias.
Otro aspecto, que enlaza con el tema del despilfarro de los consumidores que abordaremos a continuación, se refiere al diseño de las porciones de alimentos. Un estudio más preciso de los hábitos de consumo, un mayor conocimiento de los factores que provocan el despilfarro en el hogar o en los canales HoReCa permite a la industria poner a disposición de los consumidores productos más adecuados que reduzcan el despilfarro vinculado al no consumo por razones relacionadas con la cantidad del producto adquirido (una de las razones sobre las que es absolutamente necesario actuar también por razones éticas).
El mundo de los consumidores finales: cómo y dónde derrochamos
La fase de consumo es aquella en la que se registran los mayores niveles de residuos y se puede dividir, como ya se ha indicado, en dos grandes áreas: los residuos que “dependen” directamente de los consumidores finales y que se producen esencialmente dentro del hogar y los residuos que se originan a través de los canales de restauración, HoReCa y hostelería en general y en los que, además de los consumidores finales, hay empresas y organizaciones que pueden contribuir a reducir los factores de desperdicio.
Todas las grandes organizaciones implicadas en la lucha contra el despilfarro alimentario hablan explícitamente de la necesidad de desarrollar una cultura y una educación alimentarias más atentas a todas las etapas y aspectos del consumo, como comprar sólo lo que realmente se necesita, comprarlo en la cantidad que se cree que se puede consumir, gestionar cuidadosamente los excedentes y cambiar las preferencias y los hábitos si es necesario, y eventualmente utilizar algunos productos de forma diferente si no es posible consumirlos como se había previsto inicialmente para evitar su despilfarro.
En el caso del consumo fuera del hogar, los residuos deben ser el resultado de una “asociación” entre el consumidor final y las empresas que prestan el servicio. Mientras que antes la cantidad de porciones podía considerarse un signo de atención, junto con otros muchos aspectos, ahora el verdadero objetivo es satisfacer las necesidades con la mayor precisión posible y evitar el desperdicio. Por un lado está el tema del riesgo de desperdicio “en la mesa”, y aquí por supuesto está el tema de las porciones y el exceso de producto que se puede “empaquetar” para consumirlo después en casa. El otro aspecto está relacionado con el consumo “antes de la mesa”, es decir, los alimentos que no llegan al consumidor por falta de planificación o por una gestión descuidada. En este sentido, las soluciones que permiten prever, planificar y gestionar la asistencia y el consumo de forma que se mitiguen estos riesgos de despilfarro pueden ser de gran ayuda y apoyo. También en este caso, la difusión de modelos organizativos capaces de activar canales alternativos, reduciendo la carga de las empresas de restauración, permitiría no perder alimentos que ya no se pueden consumir.
El impacto del desperdicio de alimentos en el medio ambiente
La pérdida y el despilfarro de alimentos no son sólo un problema de desigualdad alimentaria entre los que tienen exceso de comida y los que no tienen acceso a alimentos suficientes para sus necesidades, aunque el “planeta” sea ahora capaz de producir más de lo que consume. Además de la cuestión de la cantidad de alimentos producidos y consumidos, la gestión de los alimentos desperdiciados tiene un doble impacto negativo en el medio ambiente:
- por un lado, un impacto ligado al consumo de los recursos necesarios para producirlo (tierra, energía, agua, mucha mano de obra humana y medios técnicos);
- por otro, un impacto debido al consumo de los recursos necesarios para destruirlo o gestionarlo.
La huella de carbono de los residuos generados por los desechos alimentarios asciende a 3,3 gigatoneladas de gases de efecto invernadero, un volumen enorme, equivalente a un tercio de las emisiones anuales de los combustibles fósiles. Para agravar el problema, el gas metano generado por los residuos alimentarios es especialmente perjudicial para el medio ambiente, mucho más peligroso que el propio dióxido de carbono.
Remedios, soluciones y proyectos contra el desperdicio de alimentos
La emergencia creada por la pandemia de Covid-19 ha producido, entre otros efectos, una situación crítica y un gran estrés a nivel de la industria y la distribución agroalimentaria. Como sabemos, ha habido dificultades en el suministro de ciertos bienes, ha habido picos en la demanda de varios bienes y ha habido cambios importantes en los canales de consumo y distribución.
Como sabemos, ha habido dificultades en el suministro de algunos bienes, ha habido picos en la demanda de varios bienes y ha habido cambios importantes en los canales de consumo y distribución. Esta situación ha contribuido a elevar el nivel de atención a las cuestiones relacionadas con el desperdicio de alimentos y ha ayudado a aumentar el número de iniciativas y proyectos de innovación destinados a reducir el desperdicio de muchas maneras diferentes y en todas las etapas en las que se produce.
Se trata de cuestiones de innovación o evolución de la cadena agroalimentaria junto con soluciones reales en las que el papel de la tecnología digital y, en particular, del conocimiento derivado de los datos parece especialmente importante y significativo. Como pone de relieve el informe del Observatorio de la Sostenibilidad Alimentaria del Politécnico de Milán sobre las cuestiones de la lucha contra la pérdida y el desperdicio de alimentos, podemos ver el efecto de las nuevas formas de colaboración entre empresas, del papel cada vez más intenso y activo del Tercer Sector, de la Administración Pública y de los organismos públicos más cercanos a estas necesidades y cuestiones.
Durante el acto de presentación de los datos del Observatorio, Alessandro Perego, Director del Departamento de Ingeniería de Gestión y Director Científico del Observatorio, señaló que las empresas agroalimentarias se proponen cada vez más aumentar su capacidad de responder a una demanda de sostenibilidad medioambiental y resiliencia al mismo tiempo, y necesitan innovar sus modelos de negocio, gracias también al papel y al impulso de las start-ups centradas en cuestiones de sostenibilidad. Según Perego, es también gracias a las start-ups que la cadena agroalimentaria puede encontrar nuevos recursos para transformar las dificultades y los problemas críticos en oportunidades de desarrollo sostenible.
Cadenas de suministro cortas, integración vertical, intercambio de conocimientos
Entre los temas en los que el Observatorio centra su atención, se encuentra la potenciación del papel de las cadenas de suministro cortas, tanto en lo que se refiere a la atención a las cuestiones de proximidad geográfica, como en el sentido de la integración vertical, la desintermediación y el intercambio de información y conocimientos entre los actores de la cadena de suministro. Otro aspecto en el que el Observatorio centró su atención se refiere al papel de los envases, tanto como vehículo de transmisión de información y datos a todos los agentes de la cadena alimentaria, como fuente de innovación para aumentar la seguridad de los alimentos, para su gestión y para contribuir a un consumo más consciente.
Por último, pero no menos importante, hacer que los envases sean cada vez más inteligentes es también un medio para facilitar y garantizar la trazabilidad de los productos, ayudar y fomentar la recuperación y contribuir a la creación de ecosistemas de economía circular. Por último, el Observatorio indica que el mundo de la gestión de los recursos alimentarios y la prevención de residuos es un gran y fértil caldo de cultivo para la innovación. Cada vez son más las start-ups activas que se miden con estos retos y buscan aportar nuevas soluciones que combinen el impulso ético y social, el desarrollo en la consecución de nuevas perspectivas de negocio, con la consecución de nuevas formas de eficiencia y la concepción y propuesta de nuevos modelos de negocio.
El papel de las empresas emergentes en la lucha contra el desperdicio de alimentos
El informe del Observatorio de Sostenibilidad Alimentaria del Politécnico de Milán muestra que entre 2015 y 2019 hubo 1.158 start-ups a nivel internacional con ideas y proyectos innovadores para la cadena agroalimentaria destinados a aportar innovación en términos de sostenibilidad ambiental, intervenciones sociales y económicas. Las áreas de desarrollo de las empresas de nueva creación están representadas por la mejora del acceso a los recursos de producción, el desarrollo de nuevas oportunidades de venta y de negocio para los pequeños productores.
Los proyectos destinados a hacer frente al cambio climático y a aumentar la resistencia de los productos y las empresas también desempeñan un papel importante. También están las empresas de nueva creación que se centran en la gestión de los recursos naturales necesarios para la producción: un papel especial desempeñan los temas de reducción del desperdicio de recursos hídricos y los que trabajan específicamente en la lucha contra el desperdicio y la pérdida de alimentos.
El panorama de las start-ups se completa con empresas que dedican sus esfuerzos a reducir el impacto medioambiental de los recursos necesarios para la producción, gestionar los residuos y las sustancias nocivas, encontrar nuevas soluciones para garantizar el acceso a los alimentos, nuevas formas de conservación, crear y estimular el desarrollo de estilos de vida más orientados a la sostenibilidad, crear infraestructuras verdes y formas de recuperación y reciclaje del agua.
Bigdata y Analytics en la lucha contra el desperdicio de alimentos
El Observatorio de la Sostenibilidad Alimentaria nos dice que cuatro de cada diez start-ups activas en el ámbito de la sostenibilidad trabajan con datos para medir y controlar las actividades agrícolas y aportar conocimientos y soluciones para reducir los residuos. Una de cada cinco se dedica a la transformación de alimentos y tiene como objetivo promover el desarrollo de dietas basadas en ingredientes naturales y alimentos proteicos alternativos, mientras que otro grupo muy importante de start-ups trabaja en el desarrollo de tecnologías para la agricultura de precisión y soluciones de cultivo hidropónico.
En el acto de presentación de los datos, Paola Garrone, Directora Científica del Observatorio de la Sostenibilidad Alimentaria, destacó que el papel de las start-ups se orienta en gran medida a apoyar la transición hacia sistemas de producción más sostenibles y a concienciar y estimular modelos de consumo cada vez más responsables. Los temas de transición hacia modelos inspirados en la sostenibilidad acercan estos proyectos a los temas de la Gobernanza Social y Medioambiental (ESG) en los que la innovación digital juega un papel cada vez más importante.
Lo que la economía circular puede hacer para reducir el desperdicio de alimentos
Otra respuesta a la demanda de soluciones para reducir el despilfarro de alimentos proviene del desarrollo de modelos de economía circular, es decir, de actividades e iniciativas que preparan o facilitan la introducción de modelos “circulares”. El Observatorio de la Sostenibilidad Alimentaria analizó 1.534 puntos de venta, 28 centros de distribución, 3.705 comedores y 80 puntos de cocción centralizados. Sobre este universo, se investigaron las prácticas más extendidas para reducir el desperdicio y gestionar los excedentes alimentarios, así como los factores facilitadores y los obstáculos que dificultan la adopción de estas prácticas en los sectores de la distribución y la restauración colectiva.
En el mundo de la distribución existe (en el 56% de los casos) una actitud y un método de control y medición de los excedentes con formas de responsabilidad que implican, en particular, la responsabilidad social de las empresas y las ventas; mientras que a nivel de los puntos de venta individuales, la implicación implica el compromiso directo del responsable del punto de venta. Entre las actividades más relevantes destacan la sensibilización y formación “contra” el desperdicio de alimentos y el uso de soluciones de envasado para mejorar la manipulación y conservación de los productos. Una vez reducidos los residuos y medidos y controlados los excedentes, se donan principalmente a bancos de alimentos u organizaciones sin ánimo de lucro. También hay organizaciones que orientan los productos, una vez destinados a la basura, hacia formas de venta incentivadas, por ejemplo para productos con defectos en el embalaje o que se acercan a su fecha de caducidad.
Como ya se ha dicho, el mundo de la distribución está muy atento a la gestión de los residuos y, en particular, a todo lo relacionado con los excedentes. El análisis del Observatorio de la Sostenibilidad Alimentaria subraya que este sector está trabajando en actividades de prevención, medición y sistematización de excedentes. La prioridad es recuperarla y redistribuirla entre las personas más necesitadas a través de diversos métodos y canales.
El papel de los envases alimentarios en la lucha contra el desperdicio de alimentos
No se puede hablar de la lucha contra el despilfarro sin abordar la cuestión del envasado de alimentos y la sostenibilidad. Además de la función principal del envase, vinculada a la necesidad de adecuar el producto a los distintos canales de venta, a su gestión y a su seguridad, existen también objetivos vinculados a la comunicación y a la sostenibilidad. El envase es una importante herramienta de comunicación que permite combinar la información sobre el producto con la información sobre su consumo más consciente, con consejos y sugerencias para evitar el desperdicio y facilitar la gestión de todos los componentes que no se pueden consumir.
Además de la información, la “Inteligencia” y los envases inteligentes también ayudan a todo el proceso previo a la llegada del producto a los estantes de distribución, apoyando una gestión cada vez más eficiente de los alimentos, como la agilización de la identificación y el destino de los alimentos que están a punto de caducar para apoyar a los más necesitados.
Las etiquetas RFID y los sensores IoT facilitan la gestión de los alimentos en diferentes etapas, ayudan a evitar el desperdicio y mejoran la trazabilidad. Estas soluciones también permiten aplicar nuevas medidas de lucha contra el fraude y mejorar el control de los parámetros de calidad del producto, como el control de la temperatura o la detección de derrames. Por último, estas soluciones también facilitan las actividades de comunicación al permitir que los códigos QR o las soluciones de realidad aumentada transmitan con mayor eficacia los mensajes e indicaciones a los consumidores finales.
Desperdicio de alimentos: “Guarda ese trozo de pan” (vídeo)
Despilfarrar no sólo significa no tener suficientes recursos para todos, sino (lo que es peor) también comprometer preciosos recursos para hacer frente a las consecuencias del despilfarro, como el consumo de recursos y energía. Es interesante volver a ver este vídeo de RAI Superquark para tener una idea muy clara y concreta de dónde y cómo despilfarramos y para ayudar a entender cómo y dónde concentrar ideas, proyectos y recursos para remediar este problema.